Me interesa cómo en la relación con el cuerpo conviven necesariamente la ciencia médica y las supersticiones personales de la más diversa índole a las que también tenemos derecho; me interesa el equilibrio y sobre todo, los desequilibrios evidentes que a la vista están.
El fino hilo entre Tao Lin diciendo «me curé el autismo con la alimentación y la miopía mirando al sol» y dejarse guiar por el bienestar y la ligera sensación de superioridad, también intelectual e influida por discursos, que produce que te dé un poquito la luz del sol y comer espinacas.
En mi caso, la convivencia entre el deplorar a la gente que dice a las demás que no tome o no use tal o cuál anticonceptiva (en serio, qué vergüenza) y el vivir convencida de que si me colocasen un DIU, desarrollaría inmediatamente una enfermedad intestinal autoinmune.
Supongo que tiene que ver con el decoro (incompatible con nuestra cultura de «influenciar» constantemente) de existir hacia dentro, que es inescapable estar loco pero delirante proyectarlo en los demás igual que es respetable tener fe y deviene en lo fanático el intentar vendérsela al resto.