He leído en las vísceras de la noche
que abriré tu templo
y celebraré tu regreso
con la frente manchada de ceniza

Que encenderé hogueras
y convocaré a gritos a las vírgenes
dispuestas al sacrificio por amor
consagrando el holocausto a los Dioses

Que bailaré con las manos atadas a la espalda
reclamando mi legítimo lugar
en la tormenta.

Entonces el bosque pronunciará mi nombre
Y yo caminaré hacia a ti
con el paso nervioso de las ahorcadas
De haber escuchado las voces torcidas
no estaría esperando el otoño
Con un ramo de camelias
y un puñal

En un altar de aves muertas, frutas, vino y sándalo
han dejado orquídeas a mis pies
antes de levantar la mirada
y escupirme
Porque he sido la mujer
niña, puta, viuda y emperatriz
que ha pedido de rodillas tu tormento
que ha sobrevivido
a juicios, lapidaciones, ordalías, autos de fe y horcas
A la que dijiste,

Por favor, no me toques.

La única radical
que devolverá la admonición
con un mordisco ciego
Cada gesto amable recibirá su moneda
con lejanía, silencio y alfileres
Por cada sermón,
un gallo decapitado
No cuentes con mi sacrificio
para depositar rosas
a los pies de otra reina

Te he dicho que no pronuncies mi nombre

Tu llanto será el agua estancada
en las tumbas de los emperadores
porque me has forzado al mutismo
con la paciencia de las algas
sin saber que ya conocía el tacto de las posidonias
que ya me había caído antes
que ya sé lo que es ahogarse

Ya ves, no he necesitado a Dios
para sentir absoluta devoción
por quien ni me ve
ni me escucha
ni sabe que existo

Así que susurraré a los cuervos
que te besen los ojos
como tú me besaste las pupilas
para escribirme en ellas
Puta pervertida

Antes de desollarme la espalda
con el látigo de tu desprecio
Las marcas herrumbrosas en mi carne dicen
Jamás te amaré, zorra

Así que, dime
Qué temblor le debo al mundo
Qué ceremonia me devolverá el respeto
Qué sacrificio le dará fuerza a mi mandíbula

Cuántos mechones he de arrancarme
en mi propio funeral
porque me has dejado un entramado de raíces en los pulmones
la espalda deforme
una sucesión de protuberancias, crujidos y asco
como las de los reyes de Britania
y paseando entre los restos de un incendio
la herrumbre y el oxido
pegados al cuero cabelludo
Que tú me viste
con los labios orientados al Eire
con la mirada cargada de lucha
siéndote sumisa

Así es la danza de la consagrada
Entrañas mal dispuestas
Después de este golpe

Es la guerra
De desear haber podido retener aquella hora contigo
en la última hora de mi vida

Si no aprendo después de tamaño castigo
todos los ángeles escupirán sobre mí
Moriré de hambre con la mirada de un incendio
y me crecerán hongos en el paladar
Aunque el corazón
la última piedra de mi tumba
tenga grabada mi peor blasfemia

Ven, desollador,
Que llevo ardiendo
Desde que sé deletrear la palabra Fuego

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