Sabéis que me encanta meter a veces el dedo en el ojo y me he callado todo lo que he podido en cuanto a los premios Nobel de este año. Y si hay uno solo que pudiera concernerme, o del que yo pudiera tener una opinión, es el de Literatura.

Pero la gente se pone muy pesada con Murakami y Murakami no debería ganar el Nobel nunca. Nunca. Es el Coehlo intenso de los occidentales que quieren hacerse un tour por lo más bonito de Oriente. Algo así como la ruta de la seda para intensos. Y, si no os hago cambiar de opinión – que no suele ser la intención – al menos, maticemos por qué.

Partimos de que me gusta Murakami, no soy ultra fan ni mucho menos me encanta pero todo lo que he leído de él me ha gustado. No soy una hater de Murakami. Me parece muy guay todo él.

Si nos ponemos a hablar aquí de teoría literaria nos dan las uvas y la verdad no soy tampoco una experta en el tema pero sí que me gustaría tocar tres ejes: sustancia, tradición y cultura.

Hoy en día, es innegable que compartimos referencias culturales con distintas zonas del mundo y hay un medio aparentemente neutro por el que fluimos. A ese medio le llamamos globalización *dun dun*.

«¿Es que qué pasa, que solo pueden ganar premios las obras súper típicas del país que sea? ¿No puede ser que precisamente Han Kang y Murakami destaquen y se salgan de la norma de su país y por eso se hagan mundialmente famosos?»

No. Pero… Qué casualidad que Murakami y Han Kang hablen inglés fluido. Qué casualidad que ambos tengan un estilo profundamente influenciado por obras occidentales. Qué casualidad que sus traductores al inglés sean pesos pesados y excelentes prosistas.

Es una pena porque ¿por qué privar a Murakami de un Nobel cuando muchos autores de distintas partes del mundo se llevan el Nobel a través de bajarle una marcha a su no-europeísmo y rebajar un poquito con agua una literatura que no entiende ni su padre en esta parte del mundo?

Pero claro, integrar las influencias occidentales en un nación postcolonial tiene su sentido y es moderno y es integrador y demás excusitas que, bueno, hasta podríamos entender. Pero es que Japón no fue colonizado por una nación europea. Es que se cantea.

«O sea, que según tú los autores japoneses tendrían que dedicarse a hacer haikus toda la eternidad, porque es su cultura» No, los haikus ya están inventados. Quiero que no me vendan como algo innovador el mismo chicle mascado europeo escrito por un autor japonés.

Quiero que me cuenten algo que de veras no haya visto antes aunque no me sea fácilmente digerible y quiero que, sobre todo, no le besemos todos los pies al establishment editorial norteamericano.

Pero claro, lo que pido es un imposible porque el mercado manda y, por eso, los autores coreanos no venden hasta que no sale alguna autora coreana con alguna novelita feminista para que nosotras, modernas y abiertas, la compremos.

Tan sólo os digo que aún cuando creemos que somos lectores subversivos, no lo somos. Y que al menos lo aceptemos con la humildad borreguil que nos corresponde. Y disfrutemos de Murakami, pero no pontifiquemos sobre su súper idoneidad de Premio Nobel porque mira, chica, pues no.

Lo interesante de este tema es que siempre habrá una lectura de la mecánica mercantilista de la novela asiática. Pero lo que es doblemente interesante es la elección de los Premios Nobel japoneses.

Y esto es básicamente porque la Prestigiosa Academia dijo que Kawabata lo merecía: «for his narrative mastery, which with great sensibility expresses the essence of the Japanese mind.»

With great sensibility expresses the essence of the Japanese mind.

*Let that sink*.

Como alumna que ha comentado en primero de carrera: «¡No tengo ni idea de lo que me está intentando decir este hombre, pero qué bonitas las camelias y qué problemático todo!» no voy a tirar la primera piedra.

Pero la lección final es que: el mercado se hace camino en extremos, y el Nobel no deja de ser parte de la maquinaria ideológica. Igual que Murakami es consumible por esa extraña cercanía lejana, Kawabata lo era, y lo es, porque es las Antípodas hecho hombre.

Y la conclusión es que tenemos que repensar por qué y cómo consumimos las obras que consumimos. Yo personalmente consumo mucho Dazai Osamu porque estaba triste cuando era una nena, y lo sigo estando a día de hoy *mucho más que antes*.

Kenzaburo Oe es digno de otro debate, porque es la condensación de la influencia de Yeats y los autores de posguerra. Y ahora mismo si no lo reflexiono porque no sé ni dónde ponerlo.

Iba a seguir metiendo ejemplos de cosas pero creo que, más o menos, ha quedado clara mi opinión y os dejo con este artículo de hace unos años que toca más cosas de autores japoneses mejor de lo que yo podría hacer:

https://japantoday.com/category/features/opinions/why-haruki-murakami-should-not-receive-the-nobel-prize-for-literature…

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