Puesto que voy de soledad en soledad
no encuentro sobre quién descargar mi ira
más que en vosotros
que prefiero vuestra aversión a vuestra estima
No os libraré de mi presencia
No soporto veros en paz
Arrojaré cadáveres a vuestros pozos
para envenenar el agua con la que calmáis la sed
Sembraré de azufre vuestros huertos
para quemar la raíces de los frutos que coméis
Fortalecida por el temor que me templa
no dudaré en dirigir mis ejércitos a pie
Salgo a buscar mi propio peligro
bendecida por la libertad que me otorga el campo de batalla
Vengo armada contra mí misma
y me alumbran antorchas de rosas
Cuanto más inflame mi cólera
antes se apagará mi vida
Sé que las flechas de mi arco
regresarán del cielo para clavarse en mis propias vísceras
Daré cien vueltas sobre mí misma
ebria de ferocidad
Porque esta espada
Esta espada que hace correr la sangre sin límites
Esta espada otorga la vida
Y tres veces lo hago en tu nombre
pues tu imagen degüella mi corazón
hasta que me lleno de agua tibia
Te iluminaré con el fuego de los pueblos bárbaros
y en el momento en el que desayunen los soldados
mis cuarteles de invierno te recibirán con besos de bala
Sé que darme a mí misma es poca cosa
Por eso dispondré las exequias de tal forma
que confundas mis restos con los de un caballo
Entonces, funda una ciudad con mi nombre
Y funda otra con el nombre de mi caballo
Atravesado de parte a parte por tu victoria
Pero si eres tú quien muere en la batalla
Hombre enamorado y vagabundo
inexpugnable por la magnitud de tus murallas
por tu silencio tenaz y declarado como una guerra
Si mueres,
de tus dientes enterrados nacerá un ejército
Y me protegeré del frío
con la piel que arranque de tus huesos
Muerto el hombre
Se podrá, por fin, escuchar el ruido del Sol.