Primer día de confinamiento en casa de Claudia y ya he derramado una copa de vino encima de una alfombra que vale más dinero del que yo tengo en el banco. De pronto me he dado cuenta de que si todo se va a tomar por culo yo tengo 24 años y menos de mil euros en el banco. What a time to be alive. No sé qué pensarían de esto mis abuelos y para ser razonables, aunque es una coletilla que se sigue de lo que se supone que hay que decir, en realidad, tampoco importa demasiado. Mis abuelos no son de los que pasaron hambre durante la guerra y yo he nacido en un mundo en donde lo habitual es no tener mucho dinero en el banco y que todo continúe con cierta normalidad. Lo normal, hasta donde yo sé, es lo precario.

Afuera llueve, hay ocho grados, es domingo. Tú dices que preferirías estar con el resto de médicos, ayudando. Yo escribo desde un cuarto que no es mi cuarto, intento atravesar el extrañísimo día de hoy, siento emoción por el día de mañana. Quiero coger mis libros y empezar a construir una opinión consolidada sobre todo lo que está pasando. Es delirante, pero hace mucho que el mundo lo es. Creo que en realidad lo que me sorprende es que me interpela. Me importa. Y mira que me esfuerzo porque todo me la sude infinitamente. Y nada. De pronto me pillo pensando en qué coño va a pasar con Gran Bretaña, me pillo pensando en que si la cosa se pone fea me hago web camer, vendo mis bragas, mis óvulos, y si me apuras hasta dejo de fumar. Yo es que fumo muchísimo. El capitalismo es esto ¿sabes?

Que el cuerpo de la ley de tu país te recomiende que te vayas a casa por seguridad es democracia porque en el mundo en el que vivimos los imperativos se expresan con amabilidad y se disfrazan de términos comunes en los que todes podemos encontrarnos; solidaridad decían hoy los ministros en la reunión que me ha hecho salir corriendo hasta resbalar con la alfombra carísima de Claudia y derramar tinto sobre ella. Y todo porque quería tomar nota de lo que estaban diciendo. Si es que soy gilipollas.

No sé muy bien lo que tenemos que hacer. Yo estaré atenta, leeré e intentaré construir una visión más bien amplia y cualificada de lo que sucede, porque es importante, porque me interpela. Ah. Y llamar a mi abuela, tengo que llamar a mi abuela porque estará asustada.

Primer día de confinamiento y ya hemos planificado absolutamente todas las horas del lunes con actividades que, en realidad, solo son dos: estudiar y fumar. Esto también es el capitalismo, por supuesto.

Todo es tan raro que sólo puedo flipar. Es así. Yo fantaseando con verte a la distancia de un metro en el super, mientras la poli requisa nuestra documentación y tu pensando en… pues no sé, pensando en ayudar, pensando en irte, pensando en que si te necesitan te reclutarán, pensando en lo que eso te satisface. Pensando en que a ver si me ponen el wifi y podemos hacer videollamada pa comentar la jugada ultraliberal de Inglaterra que, sencillamente, quiere contagiar a un alto porcentaje de su población y esperar a que se generen anticuerpos. Muera quién tenga que morir. What a time to be alive.

Primer día de confinamiento en casa de Claudia y ya me ha sobrevenido el estrés de nuestras situaciones precarias: yo he abandonado a mis padres en medio de una pandemia (decir en medio de una pandemia es mi nueva forma de énfasis favorita). Les he abandonado. He llegado del curro y les he dicho que yo me voy, que tengo muchísimo que estudiar, que pase lo que pase yo tengo que llegar a un máster en septiembre sabiendo muchas cosas, habiendo leído las obras completas de Marx. Porque joder, resulta que tengo 24 años y no me he leído a todo Marx, y a veces me despierto por las mañanas y me siento culpable. Así que como tengo que leerme a Marx he abandonado a mis padres en medio de una pandemia. He llegado del puto trabajo con una mascarilla manchada de humo de to’los pitillos que me he fumao en la trastienda por la ansiedad y les he dicho que yo me voy, que no voy a pasarme cuarenta días discutiendo, que no tengo sitio, que necesito mi espacio. En parte es todo cierto, pero si tengo que hacer justicia a lo que escribo, es decir, a la verdad de lo que siento, confieso que es insuficiente.

Debería de haberles dicho algo en plan: os abandono en medio de una pandemia como vosotros me habéis abandonado el resto del tiempo en que hemos estado vivos los cuatro juntos. Parece broma, pero va super en serio. La pandemia es una metáfora de tantas cosas en mi vida que me parecía necesario recalcarlo. Si el mundo se acaba mañana no quiero estar rodeada de personas que gritan. ¿Acaso es tanto pedir?

Pienso en que ahora debes de estar en pleno amazonas, en 1960. Y yo aquí, en una habitación que no es mía, formando parte de un mundo que es imposible pensarse de lo que abruma.

Primer día de confinamiento y resulta que, si el mundo se va a tomar por culo de veras yo no me he leído a Marx, tengo 24 años y no tengo mil euros en el banco, he abandonado a mis padres, sobrevivo a base de un deseo infantil, me he cargado una alfombra carísima y encima internet no sustituye todo lo que sienten mis mecanorreceptores cuando nos tocamos. What a time to be alive.

Claudia se acaba de mudar y le han ampliado el contrato tres meses, a mí me acaban de echar de la agencia de publicidad «porque no sabemos lo que va a pasar y sólo llevas 5 meses, nosotros somos pocos, llevamos más años, tenemos familias…», y del bar en el que curro con ella, con la persona que me acompañó a urgencias hace unos meses, tampoco sé nada porque nunca me molesté en pedir que me hiciesen un contrato. Y eso era lo normal, lo precario era lo normal. ¿Y ahora? ¿Y ahora qué será lo normal?

Es raro pensar en todas estas cosas desde una habitación que no es mía, en una casa que me he tenido que inventar, en medio de una catástrofe global y atravesando un amor que, intuyo, podría ser grande.

What a time to be alive.

Primer día de confinamiento.

________________________________

A veces pienso en esto que escribí mientras la pandemia se cernía por primera vez por Europa. Pienso en cómo terminaron siendo las cosas. Lo importante que parecía todo y lo rápido que lo olvidamos. En cómo esos menos de mil euros en el banco al final fueron aún menos y tuve que volver a casa de mis padres. En cómo el mundo se sigue haciendo trizas y yo soy incapaz de recuperar mi vida. 

A veces pienso en esto que escribí creyendo que mi vida ya era difícil, sin saber todo lo que estaba por venir, la manera en la que ahora todos los esfuerzos parecen tan inútiles. La esperanza tozuda de que no tardará en mejorar, sea como sea. 

Al fin y al cabo, hubo un día en el que ya no hubo más pandemia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *