Me di cuenta hace tiempo (entre hace unos meses y hoy) de que si acababa en escenarios donde nunca se tenían en consideración mis necesidades era (entre otras cosas) porque no había conocido nada distinto y me costaba convencerme de que lo mereciera, de que fuera posible esperar y obtener más que migajas.

Y, en parte, porque al sentir atracción sexual y/o romántica con muy poca frecuencia, me aferraba a esa excepción cuando aparecía. Y aún tenía (y tengo) la autoestima demasiado endeble para irme, sentía que tenía que demostrarme que era «suficiente» para merecer y retener el interés del otro.

Quizás, si dejaba un poco más de espacio…
Quizás si cuidaba muchísimo lo que decía…
Quizás si decía cada vez menos, si dosificaba mi «intensidad»* para no abrumar, para no saturar…
Quizás si pasaba por encima de mis necesidades y me acomodaba a las ajenas, las cosas funcionarían.

Pero no.

La realidad es que la forma intermitente, inconstante (ahora cercana, ahora distante, y así sucesivamente) en que algunas personas se relacionaban conmigo no tenía mucho que ver conmigo, y es anterior (y posterior) a mí.

Lo único que yo estaba haciendo mal era obcecarme en «ganarme» (con mi buen comportamiento, con mi comprensión y resignación, cediendo, callando) algo que el otro me demostraba con sus actos que no podía o no quería ofrecerme.
O sólo esporádica y puntualmente.

Prefería sentirme culpable* para, al menos, obtener una falsa sensación de control («estaré siendo pesada: puedo trabajar en mis dependencias y apegos, en mi tendencia a focalizar mi necesidad de interacción/validación en pocas personas, y así evitaré que esto se repita otra vez»).

Últimamente, he ido notando como cada vez me quedo menos atrapada en esas intermitencias y ambivalencias ajenas: ya no necesito saber de inmediato qué ha precipitado x cambios en otra persona (si he hecho yo algo mal, algo que pueda enmendar, compensar o reconducir).

Ya no estoy tan necesitada de refuerzos, de aprobación (y esto no es necesariamente algo bueno); no necesito demostrarme (no como antes) que soy «suficiente». Esto no es que haya tenido ninguna gran epifanía, que crea haber «descubierto» algo que nadie sepa, un principio que pueda resumir en una frase.

Pero creo que sí me ha ayudado ver que estos aparentes desajustes, frustraciones, desconciertos entre personas que tienden a buscar esos refuerzos externos (y que quizás lo que piden «para poder calmar su ansiedad» es hablar a diario, p.ej, cuando lo que subyace es la necesidad de confirmar que la otra persona las tiene en cuenta y no va a desaparecer sin previo aviso, y eso se puede demostrar de otras maneras) y personas que se abruman fácilmente ante la intimidad aunque la deseen y la busquen, que estos conflictos son increíblemente comunes.

Que suelen decir más del pasado que del presente y pueden trabajarse (con tiempo, no haciendo un test o leyendo un folleto). Es el hecho de creer (por fin) que estas dinámicas no son sintomáticas de una «carencia» fundamental mía, lo que me permite plantarme, no ceder como antes.

Creo que tiene que ver con que estoy adquiriendo una mayor capacidad para discernir de qué es justo/razonable hacerme responsable (y de qué no). Para aceptar que lo que haga o sienta el otro muchas veces no será un reflejo de mí, que esa culpabilidad es una forma de egocentrismo.

*Sobre la intensidad.

Cuando el temor a resultar intensa y la necesidad de autorregularte y contenerte constantemente «para no agobiar» te sobrecarga y te hace sentir sola/incomunicada y al final necesitas hablarlo – pero aunque te dosifiques y lo traduzcas a un lenguaje «casual» suenas intensa igual.

Dosificas tu intensidad, mides cada palabra para resultar lo menos «avasalladora» posible, y al final te preguntas si esto no te acaba haciendo parecer todavía más «complicadita» y neurótica que si simplemente hubieras sido abierta y espontáneamente emocional desde el principio.

Si no hubieras aprendido a calmarte, a dialogar con tus emociones y regularlas, si dejaras que todo se desbordara, te llamarían «histérica». Pero al vivirlo y trabajarlo para tus adentros, hacerte cargo de ello con el desgaste que supone, estás siempre preocupada y eres neurótica

¿Hasta qué punto eres tú demasiado intensa y emocionalmente reactiva, y hasta qué punto el otro está entumecido y acorazado y le cuesta lidiar con la más mínima exhibición de humanidad, hasta qué punto te estás fustigando por un «defecto» que no lo es? La eterna pregunta.

El punto (para mí) no es que la gente «intensa» sea «la buena» y la gente con menor necesidad comunicativa/de interacción o menor apego sea «la mala», sino que a veces pensamos que el problema está en alguna cualidad inherentemente defectuosa (nuestra o del otro) cuando chocamos.

Podemos tener lenguajes, necesidades y expectativas distintas. A veces, son irreconciliables. Otras, es cuestión de ir a la raíz, a ese miedo o deseo desatendido. Hay mucha gente «dependiente» que no necesita contacto 24/7, sino algún gesto de reafirmación (acordarte de x fecha, p.ej).

Puedes estar pidiendo que no te dejen en leído, pero quizás lo que necesitas es saber que la otra persona te tiene en consideración, que le importas, que no le estás incordiando, que no eres una carga, y eso se puede demostrar por otras vías, y de otras muchas maneras.

Lo que pasa es que a mí todo esto se me olvida cuando el conflicto se concreta, cuando el otro tiene nombre y apellidos. Entonces, ¿seguro que no *soy* demasiado?

*Otro matiz que he tenido que rumiar venido al hilo:
el sentimiento de “luz de gas” cuando no lo es

Las intermitencias y las ambigüedades me generan adicción porque me obceco en intentar descrifrar lo que está ocurriendo durante/lo que ha precipitado esas ausencias o «privaciones», en qué medida es responsabilidad o culpa mía – y, por tanto, en qué medida podría yo arreglarlo.

Porque cuando alguien me «priva» de su atención, de su mirada, y luego por fin me vuelve a mirar, cuando por fin me valida, la satisfacción es muchísimo mayor, tengo la sensación de estar haciendo algo bien, de estar «ganándome», mereciéndome ese afecto por fin.

Es insano, sí.

Pero no puede ser tan raro, ¿no? Necesito la mirada de aquellos a quienes quiero para sentirme a salvo. Necesito ser percibida para existir. Quedarme atrapada en un péndulo de cariño/rechazo hace que las conclusiones precipitadas se conviertan en delirios. Y que se cree una disonancia entre lo que siento y lo que pienso. Porque soy consciente pero no puedo remediarlo.

Expresar que tú no has vivido, no interpretas (no otorgas los mismos significados y connotaciones) o no juzgas ciertos eventos como otra persona los ha vivido, los interpreta o los juzga NO es luz de gas. Y esto me ha costado muchísimo.

Que alguien niegue que su estado emocional fuera x (sensación subjetiva) no es luz de gas. Que alguien niegue que lo que hizo fue «manipulador» p.ej (juicio de valor) no es necesariamente luz de gas. Que alguien niegue sistemáticamente lo que ha dicho/hecho sí apunta a luz de gas.

Te hacen luz de gas cuando intentan hacerte dudar de tu percepción de los hechos en general, de la fiabilidad de tu memoria, de tu noción de (contacto con) la realidad, para que cuestiones constantemente tus recuerdos e impresiones y busques «confirmaciones» externas.

Si alguien te niega sistemáticamente aquello estrictamente fáctico (no referido a sensaciones o juicios valorativos), como «tuvimos una discusión alrededor de X tema» (quién llevaba razón, qué tan grave fue, eso sí es más subjetivo), es probable que sí hablemos de luz de gas.

(A ver, si intenta convencerte sistemáticamente de que X discusión «no fue tan grave», si más allá de expresar y sostener sus propios juicios intenta hacerte reconsiderar (continuamente) los tuyos, invalidándolos, poniendo tu criterio en cuestión, ahí la cosa cambia).

Pero que una persona simplemente comunique su sentir, sus impresiones, lo que ha sacado en claro a partir de ciertos hechos (que sí se han dado) no es luz de gas. Puede llegar a ser un relato sesgado, indulgente, parcial. Puede llegar a ser exagerado, emocionalmente chantajista.

Pero también es perfectamente posible que el relato interno de la otra persona sea incompatible con el tuyo sin que ninguno de los dos pretendáis manipular ni chantajear a nadie, ni llevar a nadie a dudar de su propio juicio, memoria o percepción.

Exigir que el otro corrobore y valide siempre nuestras lecturas e impresiones «para no hacernos luz de gas» sí es una forma de manipulación, irónicamente.

Resulta que la línea divisoria entre validar y expresar tu dolor, y la acusación gratuita es mucho más fina de lo que parecía.

*Sobre la culpa

Aunque parezca contraintuitivo, a veces es necesario desaprender la culpa excesiva («no soy una mala persona por sentir esto, por haber cometido un error») para poder asumir nuestra responsabilidad («qué pasos puedo dar para aprender a manejarlo mejor y/o prevenir que se repita»).

Hay un enorme trabajo mental en esforzarte por quitarte parte de la culpa, pero a la vez en obligarse a un mismo a responsabilizarse; a validar tu dolor, pero a la vez interrogarte sobre su significado y a cuestionar lo que estás haciendo con ello.

Creo que dejar por un momento al margen la culpa excesiva, el temor a «resultar ser una mala persona», nos permite evaluar lo que hacemos de forma más honesta e imparcial, explorar malos hábitos, mecanismos, ir a la raíz de los mismos, dar pasos que nos permitan corregirlos.

La culpa excesiva puede ser un impedimento y conducirnos a:

1. Una actitud penitente y fatalista que muchas veces degenera en autocompasión e inacción: «estoy roto, destrozo todo lo que toco, siempre va a ser así» (irónicamente, este fustigamiento sólo perpetúa el ciclo).

2. Estados de negación para proteger nuestro ego y no tener que confrontar lo que hayamos hecho (justificaciones, racionalizaciones, deshumanizar y demonizar al otro).

Al estigmatizarse ciertas conductas y reacciones emocionales, podemos tender a no reconocerlas en nosotros (porque hacerlo nos haría sentir culpables/»tóxicos»), y, por tanto, podemos perder ese «insight» necesario a la hora de comunicar necesidades, pedir ayuda y tomar decisiones

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *