Sólo mis pasos me han traído a este campo de batalla
con flores en el pelo y laureles en la hoguera.

Porque he corrido escaleras arriba
recitando informes psiquiátricos
como si gritara blasfemias
ante un pelotón de fusilamiento
con la voz de las trastornadas.

Hija de la pandemia,
nada he de temer ante mis heridas abiertas
Que he reunido en un puño
todo el valor de las amazonas
Que tengo el hambre
tatuada en las vértebras
Que me he quedado muda y sin corazón
aprendiendo el lenguaje de las piedras
Que he permitido que la mirada del matarife me acaricie los hombros
y que sus hermanos me ajusten el velo cada noche en el cadalso.
Que he aprendido a imitar la mueca adecuada que me permita entrar en el Ágora
y dar los buenos días
mientras me pudro.
Que sé cuál es la distancia prudencial
entre tu estatua y mi calavera.
Y nada me salvó de ti.

Tu verbo mutilado
Tu gesto errático
El perpetuo estado de seducción y lejanía
que atrae a las que no son amadas.

Vírgenes con las trenzas llenas de espinas
desfilando de marzo a abril
hasta convertirlas al canibalismo.

No tardé en mutarme en adoración macabra
Locura violenta Ritos bastardos Ejecuciones sin juicio.
Y en cada esquina de mi sentencia
se gana la vida un pobre diablo
con nombre de veneno.

Cuando los penitentes murmuren a mi paso
les devolveré la mirada
con las pupilas cuadradas de una cabra
llevaré el cáliz de Lucrezia y sonreiré.
porque también he aprendido
a parecer firme y alimaña
como en una coronación
con el verdugo a mi espalda
y la guillotina en frente.

Mi grito merece un verso en el Apocalipsis
pues ni salvándome la vida
te amaría más.

Sé que el secreto de la fe Reside en el dolor soportado
de una tortura autoinfligida.

Por eso los mártires sonríen
aun con los rostros desprendidos
Y los ojos arrancados
agitan frenéticos los brazos
como si recibieran un bautismo esquizofrénico
directamente
de las mismísimas lágrimas de Dios.

Así sonríen los leprosos
Las lapidadas
Los profanadores de tumbas
Y yo

Que sé que tengo la mirada ascendente y placentera
de quien ha entregado su carne
para entrar en otro cielo

Ni siquiera me dirijas la palabra
Ningún juramento es válido
sobre el nombre de un muerto

Nada me falta.

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